Terrence Malick y su nuevo mundo.
- Beatriz Luque
- 29 nov 2016
- 3 Min. de lectura

Terrence Malick (El árbol de la vida, 2011) decide en 2005 aventurarse a contar cinematográficamente la historia por todos conocida gracias a la película de animación Pocahontas (Mike Gabriel y Eric Goldbergde, 1995) que habla de John Smith, un soldado inglés que formó parte de los primeros colonos en asentarse en Norteamérica, y su romance con la nativa Pocahontas.
Si queremos hablar del cine de Malick, podríamos empezar por la infinidad de metáforas visuales escondidas en este largometraje (el comienzo de la película con un plano bajo el agua y el final de la misma con un plano casi nadir de un árbol, las primeras palabras de John Smith (Colin Farrell) "atracad" y "dejadles ir", la forma de paso que utiliza de planos fijos y de larga duración, o quizás podríamos hablar del juego que hace con el sonido y la música, bajando el uno, subiendo el otro y viceversa en cuestión de segundos o bien del hecho de que la cámara en mano sea utilizada sobre personajes mientras que los planos fijos sean principalmente para los planos de la naturaleza...) pero no. Hoy me quiero centrar en lo que más me llama la atención de este director y, particularmente, de su película The new world.
La voz en off y su uso en el cine siempre ha sido muy arriesgado: muchos expertos dicen que el cine es algo audiovisual, por lo que es mucho más profesional contar una historia con el menor uso posible de esta técnica. Pero, ¿no es más profesional, si cabe, hacer una película en la que la mayoría de los diálogos se realicen como pequeños monólogos en forma de pensamientos en de los personajes principales? Malick lo consigue. El nuevo mundo es una película cuya trama se desarrolla no por acciones, sino por pensamientos. Todo aquello que sienten, anhelan y aclaman los personajes se realiza con su propia voz interna. Incluso describen acciones que, paralelamente, ya estamos viendo en pantalla. Esta característica es más utilizada por el director, junto al silencio, que los propios diálogos entre personajes.

Voz en off del personaje de Colin Farrel, John Smith: "En el momento en el que iba a morir, ella se arrojó sobre mí, protegiéndome."
Malick nos vuelve a sorprender, esta vez visualmente, con el intervalo de planos de un mismo momento pero sin continuidad. En la secuencia que he colocado previamente, cuando el niño corre para jugar con su madre, el plano se corta y vemos a Rebeca (Q'orianka Kilcher) correr en el mismo escenario, pero con un salto de eje. Pero Malick obra su magia haciendo que el espectador no se pierda, y sepa que su madre ha salido detrás de su hijo. Y esto ocurre durante toda la película, o bien por saltos de eje, o bien por un cambio en la posición de los personajes, etc.


Por último, Malick nunca avisa al espectador de cuando ha habido un salto en el tiempo y, si lo hace, nunca es con el uso de información por parte de los diálogos entre personajes. En todo caso es visual (construcción de cabañas y casas, llegada de gente al Nuevo Mundo, paisaje invernal, paisaje primaveral...). Al igual que la información de lo que sienten los personajes siempre nos es dada por ellos mismos, el paso del tiempo es una incógnita para el espectador. ¿Cuánto tiempo transcurre desde que ella y John Rolfe (Christian Bale) se conocen hasta que se casan? ¿Y hasta que tienen un hijo? Sólo nos dan algunas pinceladas, como el crecimiento del pequeño, pero nada más.

Como conclusión, el cine de Malick adopta una forma nueva y diferente de contar una historia. Estudiado hasta el más mínimo detalle, desde los planos que deben ser grabados con cámara en mano, los fijos, la voz en off, dónde colocarla, cómo colocarla, los gestos, los movimientos hasta el vestuario y la puesta en escena. Todo es un perfecto análisis que desemboca en un cine más puro, humano y esencial.
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